El día que había estado esperando finalmente llegó: los 21K de Comodoro Rivadavia. Este había sido mi gran objetivo de este 2023, un desafío que parecía inalcanzable durante el primer semestre, cuando ni siquiera pude entrenar. Pero aquí estaba, en la mañana del domingo 8 de octubre, listo para enfrentar la carrera.
La jornada comenzó de manera espléndida. Caminé por la costanera hasta el lugar de la organización, New Balance, donde dejé mi ropa de más en el guardarropa. Allí, me hicieron una pequeña entrevista, ya que yo era el único corredor de Rosario participando en la carrera.
Además, esta era la primera vez que New Balance organizaba los 21K en Comodoro Rivadavia, lo que hacía que la competencia fuera aún más especial. A pesar de no ser la carrera con más inscriptos, la cantidad de corredores presentes en este lugar tan alejado era notable.
La carrera comenzó desde el Centro Cultural Comodoro Rivadavia, donde el día anterior habían entregado los kits. Los primeros 5 kilómetros los recorrí de manera estratégica, ajustándome al clima, que incluía fuertes vientos y desafiantes subidas.
El viento en contra era impresionante, y durante casi un kilómetro, tuvimos que caminar debido a su intensidad.
Finalmente, al girar en una nueva dirección, el viento nos impulsó, permitiéndome recuperar el ritmo. Hasta el kilómetro 17, pude mejorar mi tiempo gracias al viento a favor, aunque nuevamente me invadió la sensación de que no había nadie más en la calle. El clima seguía siendo desafiante.
Del kilómetro 17 al 21, volví a la costanera, corriendo junto al hermoso Mar Argentino. Con menos de 1 kilómetro por delante, mi familia me esperaba. A pesar de haber salido tarde de su alojamiento, lograron llegar a tiempo para recibirme en el tramo final.
Ver a mi esposa con esa típica expresión de que había tenido que lidiar con nuestros hijos para que se apresuraran fue divertido. Pero lo más emocionante de todo fue que mi hijo Genaro se unió a mí para acompañarme en los últimos metros.
Bajé el ritmo, disfrutando del momento de la mano de mi hijo y haciendo pausas para que pudiera respirar bien. En ese instante, el tiempo que hiciera ya no importaba; estaba cumpliendo mi objetivo e
distancia, y encima, lo estaba haciendo acompañado por mi hijo.
Juntos cruzamos la línea de meta, levantamos las manos, nos abrazamos y nos emocionamos. Nos agradecimos y felicitamos mutuamente, demostrándonos amor y apoyo.
Tras quitarme el chip y recibir hidratación y algunas frutas, cuando intentaron colocarme la medalla, pedí que se la pusieran a mi hijo. En ese momento, mi esposa y mi hija llegaron y lograron capturar algunos hermosos momentos en fotografías.
Ambas me felicitaron, y nos retiramos a la costa para estirar músculos y aflojar articulaciones. Fue una experiencia hermosa, única, con características muy diferentes a las carreras habituales.
El viento, las subidas, y la falta de bajadas, pero también el sol radiante al finalizar la carrera, hicieron de este evento algo inolvidable.
A pesar de algunas contracturas y el cansancio, me sentía MUY FELIZ por haber alcanzado mi objetivo y por compartirlo con mi familia en persona y con amigos a la distancia.
Seguíamos disfrutando de "El Viaje de Correr", más que nunca.
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